domingo, julio 17, 2011

Poemas de Lebo Mashile, traducidos


Revista 
Clave 
poesía

Lebo Mashile, Suráfrica


Traducción de Pamela Ospina


Esta mañana


 Esta mañana llega con sombras de lluvia 
Y una voz fresca sacude cuidadosamente los últimos
Torbellinos del invierno hasta la quietud
No habrá dolor esta mañana
Ha sido absorbido por el cielo
Desde el otro lado del para siempre
Donde los fantasmas de nuestro antiguo yo
Unirán sus sueños desde sus tendones
Sus lágrimas evitan a nuestros sueños desintegrarse 


Esta mañana los Dioses nos han mostrado sus dientes
Sonreímos y violentamente temblamos uno dentro del otro
Ojos cerrados
Bocas abiertas
Manos atadas a mañanas y ayeres
 Y promesas que quizá nunca mantengamos


Esta mañana me presento a mí misma 
A la luz que rebota desde la gente helada 
A los escalofríos que transforman un cuerpo humano en un ser humano 
A cada persona girando en un momento olvidado
Excepto por los punzantes toques de amor
Somos dientes que resplandecen al descubierto
Mañanas de invierno con la esperanza
Que en algún lugar del pasado para siempre
El mundo escucha


No estamos solos


 Yo, yo estoy hecha de agua
Sellada por el trueno 
Amamantada por la maravilla
Por eso todo lo que toco
Se comporta como el fondo del mar 


Y algunos se pierden en este movimiento
Ponen sus esperanzas en el pasado
Que se pliega
Envuelto 
Amontonado y guardado
Como los ayeres
Que reclaman su espacio en mí  
Pero la memoria es una madre 
A la espera
Moldeando
La boca de cada cambio
Mecánicamente
Con generaciones a horcajadas sobre la cadera
Ella empuña los labios de la ira 
Y les hace decir la verdad 
Acerca de genes y planes
Hipocrecía y democracia
Cuando las semillas de la paz son reveladas
Por todo lo que las historias olvidadas contaron
Recordaremos que estamos hechos de tierra y sueños
No estamos solos
Tan lejos como el ojo pueda ver
Es nuestro lugar
Es nuestro hogar
Mientras la mente pueda hablar
Siempre nos conocerán.




No hay comentarios:

Publicar un comentario

Qué rico las opiniones son bienvenidas.
Gracias,
Ana María - Penélope