Mechas Tello
Pensé que muchos columnistas, si no todos, hablarían algo, un párrafo, sobre el feminicidio que ha impactado a Colombia por estos días. El caso de Rosa Elvira Cely pone en evidencia no solo el estado de inseguridad en el que viven las mujeres en Colombia sino el doble discurso que se tiene sobre la violencia.
En nuestro país la violencia sexual contra las mujeres no hace parte del discurso de la seguridad que muchos proclaman y reclaman. La violencia sexual se excluye del discurso de la violencia en general porque se continua pensando que un asalto sexual se puede evitar. De hecho, en las redes sociales, algunas personas dejaron ver sus prejuicios al señalar que a nadie se le ocurriría andar por el Parque Nacional a esa hora. A las mujeres se les juzga por dejarse violar y la muerte es la agresión máxima que permite a la víctima resarcir su culpa y ser perdonada socialmente.
La violencia sexual no aparece en la agenda columnista como un problema a seguir e investigar, como si se da con la violencia callejera, con la violencia terrorista, con la violencia bélica. Con el bombazo al ex ministro Londoño el temor y la indignación s hicieron escuchar y las manifestaciones de rechazo dieron para varios días. La seguridad de las mujeres contra la violencia sexual es un problema de ellas, no es el problema de la sociedad en su conjunto. La seguridad de las mujeres reposa en sus hombros, de ellas depende no ser víctimas de violación.
Los medios informan otros casos de asalto sexual, en varias ciudades, que han cortado la vida de mujeres sin tener trascendencia nacional. Casos de empalamiento se han detectado en zonas de maximización del conflicto armado y son divulgados gracias a las organizaciones de mujeres que arriesgando sus vidas se internan en el dolor de las comunidades y logran sacarlos a la luz. La seguridad de estas activistas de derechos humanos está en peligro. La seguridad de estas mujeres reposa en sus hombros, de ellas depende no ser las próximas víctimas, dicen los comunicados de los violentos.
La disociación que se hace de la violencia sexual de la violencia en general revela la realidad de una percepción que se tiene de legitimación de comportamientos violentos y sometimiento de las mujeres. Para que se enmarque dentro del delito en el imaginario colectivo tendrá que mostrar daño y empleo de la fuerza física. Y de este imaginario no se escapan muchos de los columnistas.
En estos momentos vienen a la memoria las palabras de Giulia Tamayo en ciudad de México, durante el Primer encuentro de ciudades seguras para las mujeres, en el 2008: "No va a haber seguridad para nadie si no hay seguridad para las mujeres; es decir, una ciudad es segura, en la medida en que es segura para las mujeres.
Mientras tanto la sociedad tiene miedo, la población teme por sus vidas, la gente quiere paz y seguridad. Las mujeres... que se las arreglen como puedan.
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Qué rico las opiniones son bienvenidas.
Gracias,
Ana María - Penélope