Ana María Gómez Vélez
Ese miércoles en la tarde estaba trabajando en compañía de Norma, Adriana, Judith, y Adalgiza, mis compañeras de taller de poesía y con Negra, una perra poética, estábamos en la terraza de la casa Puerto libre y
empezó a llover, era una lluvia mínima que no dañaba la tranquilidad de la
tarde y seguimos con nuestra tarea de escribir poemas. De repente la Negra empezó a ponerse inquieta, se acercaba a cada
una de nosotras, era contagiosa esa inquietud, terminó metida debajo de mi
falda por ser la más ancha y larga, las otras vestían túnicas cortas. Empezó a
tronar, primero levemente y luego se desprendió un rayo tan tremendo que
iluminó todo y vimos patentes los huesos de nuestras compañeras a través de
esa luz poderosa.
Se desprendió con afán y malicia una lluvia persistente que bañaba las hojas del plátano del patio que se hacían más enormes. La Negra se escapó de la terraza y fue a dar vueltas por toda la casa. Adriana vino a decirnos que estuvo un ratito con ella y que había salido aterrada, la buscamos sin saber en dónde. Los truenos eran tan estridentes y poderosos que yo empecé a sentir mucha inquietud y el agua empezaba a bañar nuestros cuadernos así que les dije que pasáramos a la parte de adelante de la casa. Adalgiza dijo escribamos poemas a la tempestad y a la lluvia. Vimos por la ventana que por la calle, que tiene una inclinación de más de 45 grados, pasaba un río con enormes olas que arrastraba colchones, materas, llantas de vehículos y un cochecito con un bebé llorando y a tres hombres vestidos de árabes navegando sobre unas tablas. Yo ya me sentía sumamente angustiada, pero hice mi poema y mis compañeras, un poco más tranquilas escribían. La Negra estaba en el baño escondida detrás de la puerta, a pesar de lo grande que es, cupo trabajosamente allí adentro y parecía guardar reposo.
Se desprendió con afán y malicia una lluvia persistente que bañaba las hojas del plátano del patio que se hacían más enormes. La Negra se escapó de la terraza y fue a dar vueltas por toda la casa. Adriana vino a decirnos que estuvo un ratito con ella y que había salido aterrada, la buscamos sin saber en dónde. Los truenos eran tan estridentes y poderosos que yo empecé a sentir mucha inquietud y el agua empezaba a bañar nuestros cuadernos así que les dije que pasáramos a la parte de adelante de la casa. Adalgiza dijo escribamos poemas a la tempestad y a la lluvia. Vimos por la ventana que por la calle, que tiene una inclinación de más de 45 grados, pasaba un río con enormes olas que arrastraba colchones, materas, llantas de vehículos y un cochecito con un bebé llorando y a tres hombres vestidos de árabes navegando sobre unas tablas. Yo ya me sentía sumamente angustiada, pero hice mi poema y mis compañeras, un poco más tranquilas escribían. La Negra estaba en el baño escondida detrás de la puerta, a pesar de lo grande que es, cupo trabajosamente allí adentro y parecía guardar reposo.
Después había de enterarme que mis padres, en esos momentos, estaban naufragando
dentro de su vehículo en un arrollo impensable que se había formado en
Chipichape, que les tapó hasta la garganta y que se llevó arrastrando los fajos
de billetes que habían ido a reclamar por el premio del baloto.
Cuando regresaba a casa recibí una llamada al celular, era el
llamado imperativo del amor, así que le dije que estaba lista, llegó en su
motocicleta y me llevó a un lugar encantador donde me hizo el amor de todas las
maneras posibles y sentimos mucho placer de encontrar el cielo lavado por esa
lluvia ancestral.
(Párrafo al estilo de García Márquez)
Ana María Gómez Vélez
Lo leí....... y me pareció que estaba viviendo el chubasco contigo por tu buena redacción y narratoria. Espero que hayas gozado todo incluyendo el ultimo párrafo, jejeje. Un abrazo Luis Eduardo.
ResponderEliminarNota: Me reuní con Carmen Elena que vino de Curacao, saludos.
l_parada@hotmail.com