Ana María Gómez Vélez
De Cali me gusta la brisa de las cinco de la tarde. Dicen
que viene del Pacífico, y esa noticia, viviendo a trescientos kilómetros de
distancia, hace que te sientas muy alegre. A veces somos tan soñadores que
subimos a “la carretera al mar” y decimos que desde allí vemos la mar, con su
espuma.
De Cali me gustan las montañas cercanas, los
farallones, altos picos que se recortan contra la luz de la tarde cuando las nubes
se tiñen de malva. Es un regalo sacar un ratito para disfrutar mirando,
llenando los ojos de paisaje.
De Cali me gustan los árboles. Hay samanes esas
sombrillas gigantes, ceibas mujeres con muchos brazos, chiminangos que son
chicos locos, palmas despeinadas, guayacanes que florecen en amarillos y en
rosados. Tengo una ruta en la ciudad donde sigo los amancayos o frangipanes, que
florecen en amarillos, rosados o blancos, para mí significan mucho porque
aparecen en el libro Confieso que he
vivido de Neruda. En mi antejardín hay ramos de novia todo el año y en la
esquina otro me saluda en amarillos.
De Cali me gustan los ríos. Tenemos siete y cuando lo
digo me lleno de energía y de gozo. Aunque están muy descuidados, es un
privilegio tener tantas fuentes de agua.
De Cali me gusta el agua que nos visita tantas veces.
Los aguaceros son épicos. Adoro las fuentes de agua, esas grandes, construidas,
con sus choros refrescan y adornan la ciudad y mucho más cuando algunas
personas se bañan allí en las horas de más calor.
De Cali me gusta caminar por la orilla del río Cali el
que está más cercano, y siempre me
sedujo.
De Cali a veces no me gusta el clima. En días de mucho
calor me refugio en lugares que tienen aire acondicionado, como las bibliotecas.
Así puedo trabajar más tranquila, leyendo y escribiendo, que son mis
ocupaciones principales.
De Cali me gusta que sea una ciudad pequeña y toda la
gente se conoce. Al caminar por los mismos lugares encuentro personas que me reconocen
y me saludan amables.
De Cali no me gustan las desigualdades. Los negocios a
veces no rinden los réditos esperados. Mucha gente vive muy mal por falta de
oportunidades. Hay mucha gente que pide dinero en la calle y también hay lugares
por los que no se puede pasar, donde la juventud tiene los días contados. Hay violencia
de todas clases y las principales víctimas son jóvenes.
Sin embargo soy una soñadora y la ciudad que yo vivo
es la ciudad que me gusta, que conozco y que me acoge con sus colores vivos y todo
su calor. La ciudad que escogí vivir es
una en donde se habla de literatura, se camina, se escribe, se dice poesía en
la calle, se va al cine gratis y también es la que acoge con cariño a las
personas que llegan de visita.
Atardecer en Cali |
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Qué rico las opiniones son bienvenidas.
Gracias,
Ana María - Penélope