Por Diógenes Díaz Carabalí
La poesía se ha convertido en una señora anónima, a quien los confesos
han dado categoría de infiel y hasta de heterosexual, parece que su defensa se
escondió tras las faltriqueras de los difamadores y por tal carece de la
entereza que pueda tener cualquier otro arte respaldado y patrocinado por los
nichos de mercado, cosa que sucede medianamente con las otras manifestaciones
artísticas, con mucho hincapié en la plástica, en la música o en el drama
fílmico. La poesía ha caído en la más craza pobreza, ha dejado de inspirar
porque también la han intentado matar suprimiendo la libido por revivir la
pornografía, porque también la han intentado sepultar con la inocencia para
resarcir la vulgaridad.
Han preferido dentro de la literatura la narrativa y el ensayo, al
parecer mejor manipulables. Sólo un lejano profesor enseña en su cubículo a un
muchacho a contar sílabas y a conectar terminaciones sonánticas. Se ha olvidado
su origen esencial que está plasmado en los símbolos. La poesía, más que
sonántica es imaginación, acude a su herramienta natural y constitutiva que es
la palabra. A la palabra se le adiciona la musicalidad y el ritmo para
contemplar la belleza del paisaje, de su continente, sin que hayan reglas que
la encuadren, que la sometan, de allí que sea la manifestación más libre del
espíritu humano. Por eso cuenta con el don más elevado: la libertad; el culmen
de la expresión del hombre.
Tal vez debido a su espiritualidad etérea, a su condensación metafórica,
cuenta con la enemistad del pragmatismo. Tal vez por constituirse en la causa
del despertar de la sensibilidad humana, se ha convertido en enemiga impotente
de la practicidad. Tal vez porque sueña el mundo es vomitada por los
diseñadores de la maquila. Tal vez por su origen onírico espanta a los
tecnócratas de las leyes y el mercado. Tal vez por convertirse en enemiga del
uniformismo y de la vida globalizante y consumista es odiada por los
manipuladores del capital obsceno.
Es que la poesía cuenta con un panorama polivalente, con un paisaje
policromático, con una rebeldía natural que preserva el curso del viento y del
agua, del canto del mar y las sílfides, que aviva los fuegos ardientes de los
corazones desbordantes, que muestra los perfiles armónicos y ordenados de la
belleza. La poesía permite decir el pensamiento más profundo, más simbólico,
más incisivo, sin la contradicción de la filosofía, sin la verdad
peligrosamente absoluta de la ciencia, con la suprema libertad de la razón como
el mejor legado que llega a confundirse con la divinidad.
En esas condiciones la poesía no tiene cabida en el mundo artificial. No
cuenta con un espacio en el universo de la mediocridad. No es como la alteridad
que si cuenta con súbditos y acólitos que fomentan los artificios de la
compraventa de productos atribuidos a la suntuosidad y la contaminación, porque
los objetos de su canto, el amor, la belleza, la libertad…, son limpios. Y en
ese campo la poesía no puede luchar, en ese campo está llamada a sucumbir
inexorablemente. Por eso la muerte de un poeta es de menor impacto que la
muerte de una rata. Por eso la aparición de un libro de versos es tan intrascendente
como el primer respiro de un niño. Por eso la poesía es peor que la aparición
de un ridículo formato de la propaganda inútil.
Solo casos especiales como el homenaje que anuncia la Alcaldía de Neiva
para los poetas Nancy Vargas, Miguel de León, Pedro Licona, Aníbal Plazas y
María Helena Rivera son la excepción. Solo un espaciado concurso, la
publicación espaciada de un libro, de una antología, nos recuerda que la poesía
subsiste con la dignidad de una señora decente que se niega a prostituirse, a
morir. Porque los héroes existen, están allí, tras el extremo de un lápiz
plasmando las palabras, transformando las palabras en imágenes para decirnos
que el mundo tiene oportunidad de subsistencia, que todavía podemos palpar la
belleza con nuestras manos trémulas. El homenaje a un poeta es el homenaje a la
vida, la exaltación al paisaje, la garantía de que podemos soñar con los
valores más caros de la dignidad humana.
publicado en el periódico diario del Huila clik aquí
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Qué rico las opiniones son bienvenidas.
Gracias,
Ana María - Penélope