viernes, septiembre 27, 2013

Mutis: contacto y recuerdo


Rodrigo Escobar Holguín

Le había conocido por escrito en 1965, en una reseña de Fernando Charry Lara en Eco, que citaba por entero ―y por fortuna―cierto poema. El impacto fue inmediato. Apenas hace poco entendí por qué me llegó tan hondo. Fue por unas vacaciones que pasé, de adolescente, a  orillas del río Desbaratado, al pie de la cordillera Central, en una casa de madera de la que hoy apenas quedan los cimientos. En la parte de atrás había un cafetal, y una vez que llovió toda la noche debimos ir, de mañana,  a reparar el largo acueducto de guadua que abastecía  la casa. Por eso tal poema ―un nocturno de paisaje y olor campesino― pudo ser mío tan pronto como lo leí.
                Pudo ser por los 90 cuando lo conocí en persona. Habían anunciado su aparición pública en  el Hotel Intercontinental de Cali, y allá fui. No habría más de treinta personas, si acaso. Yo, por ese tiempo, andaba seducido por la música del verso clásico ―alejandrinos, endecasílabos― y me admiraba cómo él podía lograr esos poemas tan soberbios con otra música. No recuerdo cuál fue la pregunta que le hice, pero tenía la intención de que me revelara el secreto de su verso libre.
Tampoco tengo muy presente su respuesta.  Sé que me frustró, pues no hizo sino hablar de la respiración: es el ritmo de los pulmones―creo que dijo― lo que da la clave.  ¡Qué sencillo! No era sino hacer conciencia, pues, de la respiración al ir escribiendo, y lograría versos libres tan admirables como los suyos.
Persuadido de un engaño flagrante, le pregunté de nuevo, como a un criminal a quien el juez intenta coger en falta.  Me miró, impaciente y compasivo.
―Como ya te lo dije, se trata de seguir, con el verso, el ritmo de la respiración.
Ahora comprendo: creaba desde lo  profundo desconocido. Quizá él mismo se habría preguntado el origen de sus poemas y su técnica, y en un rapto de superstición, no quiso ir más allá de una verdad tan frágil. Pero eso me da para imaginarlo ahora, vivo en la soledad de su escritura, rompiendo el silencio con la palabra sonora, hasta donde le alcanza el aliento.

Cali, 24 de septiembre de 2013


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Gracias,
Ana María - Penélope